José Luis Aragüe es un comunicador nato, con un verbo fluido, campechano, pero pedagógico, que llega al público con la facilidad y sencillez con la que acomete una cata de cualquier vino de la geografía española, y profesionales así, se esté de acuerdo o no con sus apreciaciones, son fundamentales para que en este país se recupere la sana costumbre de beber vino desde la moderación, hoy por hoy, con unos percápitas que apenas llegan a los 17 litros persona/año, cuando en la década de los 70 nos situábamos en 40 litros, cantidad muy parecida a la que mantienen nuestros vecinos franceses e italianos, a la postre los grandes competidores de nuestro viñedo, el mayor del mundo. Afortunadamente, siempre nos quedará personas como Mazaca, encargados de mantener viva la antorcha del vino.
Un tanto de lo mismo sucede con Santiago Rubio y su hija, que si el abuelo de ésta se empeñó en convertir una tahona en un restaurante tras incorporar la taberna del Tío Poli al negocio familiar, hoy, padre e hija continúa haciendo las delicias de miles de personas en sus instalaciones de Carbonero El Mayor, un restaurante que se limita a ejecutar una cocina de mercado más que aceptable y que tiene en los guisos y la cuchara una de sus grandes virtudes gastronómicas, como lo prueba su afamado cocido castellano, provisto de su exigida bola o relleno de pan rallado, jamón y huevo, además de incluir la obligada pringá, los tradicionales garbanzos y verduras de temporada, y que le valió en 2012 el premio al mejor cocido de Castilla y León. Por algo sería. Pues estos dos reservas, Mazaca y Los Mellizos, cumplieron con las expectativas de los comensales que abarrotaban el salón para catar vinos de varias DOs y los platos del restaurante. Un acto de máxima prestancia culinaria dirigido por Mazaca, que echó mano de una de las mujeres con una nariz destacada y con una voz envidiable, Henar López, y es que es imposible encontrar a una cantante y sumiller a la vez, y que, además, haga las dos cosas con acreditada solvencia a través de Wine notes?, dúo del que forma parte.
El resultado final, una crema de boletus con crujiente de cebolla y polvo de jamón, jamón de Mangalica con turrón de foie, cocochas de bacalao con salsa marinera y muslo de gallo de corral confitado con patatas de la casa, para finalizar con un sorbete de PX. Todo ello bañado por el blanco 4 Rayas 40 Vendimias, del apreciado enólogo Ángel Calleja; Figuero 4 Roble 2015, un joven atrevido y muy representativo de la Ribera; Marques de Vitoria, crianza de 2012, un clásico en las mesas clásicas que buscan un Rioja que se bebe sin complicaciones. No así ocurrió con la apoteosis final, un Viña Pedrosa, crianza de 2014, de los artesanos Pérez Pascuas, que han sabido interpretar como pocos el potencial del Duero.
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